jueves, 28 de enero de 2010

21- Pesadilla 2

Tenía la sensación de haberse perdido en el tiempo, mientras terminaba ese vino, esperaba. Se preguntaba por qué solo mujeres. Un mareo etílico se apoderó de él, empezó a ver nublado y escuchar voces sin comprender que le decían. Se mezclaban el olor fuerte de los habanos, el sudor picante y el sabor del vino tinto que le había secado tanto la boca que casi no podía tragar, trató de descubrirse en el espejo viejo y empañado que estaba sobre la pared a lo largo de la barra, detrás de las botellas, con licores verdes, marrones, rojos y amarillos. No logró verse y decidió salir del lugar. Antes de llegar a la puerta, un volcán hirvió dentro de él, sintió frío, sudaba.

Apenas salió, dobló por una esquina y sosteniéndose sobre la pared, vomitó un chorro de líquido morado que le manchó los zapatos y el pantalón.
Quedó desmayado de pie, apoyado sobre sus manos con la cabeza colgando entre los brazos y la boca abierta.
Intentó caminar, había gente, chicas y muchachos en la puerta de los bares, parejas besándose, dos adolescentes paradas frente a un kiosco, y allá fue.
Pidió agua, intentó hablar con el hombre que atendía, vendía toda clase de cosas y le recomendó una pastilla para la borrachera envuelta en un sobre dorado.
Quedó sentado en la vereda un momento, mientras veía gente que entraba, como si detrás hubiera algo más.
Sintió inquietud, y el calor de la adrenalina. Tomo el remedio para la resaca, esperó unos minutos y con un temblor en las piernas avanzó detrás de los dos últimos tipos que pasaban. Atravesó una cortina de tiras de plástico bajó una escalera.
En una habitación de dos por dos, proyectaban sobre una pantalla antigua una película casera en la que se veía a una chica atada de pies y manos a una silla, con la camisa abierta, manchada de sangre y dos hombres, uno alto y corpulento que filmaba y el otro, bajo y gordo, llevaba una máscara de payaso con pelos de nylon a los costados, la golpeaban y se escuchaba el sonido de la voz amenazante distorsionada grave, como si fuera parte de una pesadilla. En contra de él mismo, se sentó en una silla de plástico, entre los demás, no podía sacar los ojos de la pantalla, no quería ser visto allí. Escuchaba en el silencio las respiraciones tensas y agitadas. Miraba con miedo, adivinando el final; cuándo el payaso se tiró sobre la piba y empezó a estrangula. Rubén se paró y subió corriendo la escalera, rápidamente, estaba otra vez en la calle y esa manera mágica de entrar y salir lo confundía. Estaba muy aturdido, andaba por las calles poseído.

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