miércoles, 16 de diciembre de 2009

1- Beatriz

Después de que Beatriz, su compañera desde los 17 años, lo abandonó, quedó triste y deprimido. Se conocieron en el Colegio secundario de Banfield, cuando egresaron alquilaron un departamento en Constitución, se mimetizaron de tal manera que los padres de ambos murieron con días de diferencia.
Con el tiempo compraron un piso en Paraná y Rivadavia, un poco ruidoso, pero amplio y muy luminoso, él trabajaba como fotógrafo y ella había estudiado botánica y era empleada en un vivero con plantación propia. Para los dos era muy importante la luz.
En un momento Beatriz enrareció, ya no parecía tan enamorada ni pendiente, había perdido la locuacidad y pasaba mucho tiempo en la cama, quería quedarse sola pero él, no se dio cuenta hasta varios meses después de ella que lo dejó definitivamente.
No habían tenido hijos y su gran historia de amor se convirtió en una percha vacía. Silencio y más recuerdos, de los que iba a poder recordar por muchos años.
Al principio hablaban; el perdió la dignidad, la llamaba cada noche llorando y pidiéndole que vuelva. Empezaba bien pero al cabo de unos segundos, rogaba y después la insultaba, a la mañana siguiente le pedía perdón y le prometía que esa noche no la llamaría.

Un día ella se mudó pero él siguió llamándola al mismo teléfono hasta que sacaron la línea y perdió todo rastro.
                                          
Preso de la desorientación caminaba por Buenos Aires húmeda, buscando un encuentro accidental y definitivo, no dormía pensando en lo que le diría si la casualidad por fin los juntaba.
Estaba trabajando en el caso de un muchacho muerto en una comisaría del conurbano bonaerense, según decía el personal, fue una pelea entre delincuentes. Esa mañana cerca de las 8:30 se hacía la autopsia, estaba casi sin dormir, con los ojos ardidos y secos. El oftalmólogo le había recomendado un baño ocular muy efectivo y lo llevó en el bolso para poder trabajar varias horas.

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