viernes, 18 de diciembre de 2009

6- Cora



Hizo un esfuerzo por recordar su nombre; Cora, había nacido unos días antes de que Rubén cumpliera dos años, no llegó a quererla por que a los pocos meses desapareció, le dijeron que se la llevó dios al cielo y el se sintió muy culpable porque un poco le estorbaba esa bebé que dormía con sus padres. Por años pensó que la habían matado sus celos, por que él sabía que eso de que dios la vino a buscar era un invento para explicar lo inexplicable. Sintiéndose un niño, como entonces, se sentó en la cama y repasó las pocas imágenes que guardaba de esos años, con alivio comprendió que la muerte de su hermana no había sido su culpa y dejó ir a ese chico triste y asustado que esperaba dentro suyo una respuesta.

Sacó del ropero una caja de cartón y recortó
algunas fotos familiares, desperdigó los pedazos sobre el tablero blanco. Juntó todos los ojos por un lado, las narices y las bocas, entre todas encontró un retrato de la madre y sus hermanas, en blanco y negro, con esos peinados armados un poco lacio pero con terminaciones onduladas, y la mirada ocultadora, las cejas muy dibujadas. Su madre era notablemente la mayor parecía Bette Davis en “La extraña pasajera”, las tres con camisa y pollera a la altura de la rodilla, las dos mayores mostraban las piernas con medias de naylon, pechos en punta, como montañas. No pudo recortarla, pero con el resto ni dudó y así se armó de un buen arsenal de posibilidades.
Probando diferentes composiciones se quedó con los ojos del padre que tenía una mirada melancólica, talvez por la caída de las cejas que le daban un marco triste a los ojos, en qué estaría pensado-pensó-, recordando su llegada en barco, solo, con apenas 10 años, su orfandad, su silencio, en ese momento Rubén sintió que lo entendía.
Buscó la nariz pequeña y recta de la madre que le dio un aspecto anguloso y delicado, recortó con cuidado el cabello peinado con raya al costado, largo y ondulado tomado de una foto que ya se había puesto amarilla, y sumó también su boca de una imagen en colores sepia y los labios pintados sobre el papel con lápiz rojo; finalmente completó el rostro con el mentón y el cuello de una tía que llevaba varias vueltas de un collar de perlas.
Logró un retrato y lo dejó armado sobre la mesa, se fue a dormir confuso como pasajero de varias películas.

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